Autor: Gericault.
Fecha: 1819.
Época: Romanticismo.
Localización: Louvre, París.
Gericault se centró en un tema de actualidad en el verano de 1816 la fragata francesa “Meduse” naufragó frente a las costas de Mauritania, el capitán y los oficiales se hicieron con los botes salvavidas y se desentendieron del resto de los marineros: 147 personas quedaron a la deriva en una balsa improvisada. Tardaron 13 días en ser rescatados, y solo sobrevivieron 15; durante esos días tuvieron que soportar el hambre, la desidratación, la locura e incluso el canibalismo. El acontecimiento fue un escándalo en la Francia de la época, y el pintor se interesó enormemente por él : habló con los supervivientes, visitó hospitales y morgues para tomar nota de los cadáveres y lograr mayor realismo, hizo una maqueta a escala de la balsa, etc...
La obra se expuso en el salón del Louvre de 1817, y supuso una dura crítica al concepto y retrógrado régimen de la restauración, pues se entendió como una alegoría de una Francia a la deriva tras la caída de Napoleón.
La pintura carece de simetría y aunque la composición se basa en formas geométricas predomina un desorden intencionado para poner de manifiesto el caso vivido. La organización, sin embargo, es clara y geométrica, con dos figuras piramidales sobre la base inestable del mar: la primera tiene su vértice en el mástil y se extiende por la vela y una ola gigante a un lado, y por las sogas y los personajes al otro; la segunda pirámide se conoce como pirámide de la esperanza pues supone una progresión de la parte inferior, que se adentran en el agua pasando por moribundos y enfermos desesperados, hasta el personaje que en la cima agita una tela roja y que encarna la vitalidad recobrada por el rescate inminente.
Los personajes se debaten entre la vida y la muerte, entre la roca gigante de la izquierda y la esperanza del rescate por parte del barco que se aproxima que se ve minúsculo en la lejanía. La luz refuerza la idea del final de la odisea, que que la parte derecha, donde esta el barco de recate, está mucho más iluminada que la parte izquierda.
La composición tiene influencias barrocas igual que la luz que baña el cuadro produciendo profundos claroscuros al estilo de Caravagio. Predominan los tonos cálidos que favorecen el acercamiento sensorial y emocional a la obra; no hay punto de fuga, se crea un espacio teatral y angustioso en el que la balsa se adentra, con un movimiento, con pincelada suelta y contornos imprecisos. El retorno de los cuerpos recuerda a Miguel Ángel y Rubens, mientras que los gestos están relacionados con David.
Con este periodo se pone fin a la tradición francesa que se extiende hasta los primero años del siglo XIX, ya que se contradice ese concepción de la historia, puesto que no hay heroísmo, ni gloria, ni triunfo, solo desesperación, desastre y muerte.
La obra se expuso en el salón del Louvre de 1817, y supuso una dura crítica al concepto y retrógrado régimen de la restauración, pues se entendió como una alegoría de una Francia a la deriva tras la caída de Napoleón.
La pintura carece de simetría y aunque la composición se basa en formas geométricas predomina un desorden intencionado para poner de manifiesto el caso vivido. La organización, sin embargo, es clara y geométrica, con dos figuras piramidales sobre la base inestable del mar: la primera tiene su vértice en el mástil y se extiende por la vela y una ola gigante a un lado, y por las sogas y los personajes al otro; la segunda pirámide se conoce como pirámide de la esperanza pues supone una progresión de la parte inferior, que se adentran en el agua pasando por moribundos y enfermos desesperados, hasta el personaje que en la cima agita una tela roja y que encarna la vitalidad recobrada por el rescate inminente.
Los personajes se debaten entre la vida y la muerte, entre la roca gigante de la izquierda y la esperanza del rescate por parte del barco que se aproxima que se ve minúsculo en la lejanía. La luz refuerza la idea del final de la odisea, que que la parte derecha, donde esta el barco de recate, está mucho más iluminada que la parte izquierda.
La composición tiene influencias barrocas igual que la luz que baña el cuadro produciendo profundos claroscuros al estilo de Caravagio. Predominan los tonos cálidos que favorecen el acercamiento sensorial y emocional a la obra; no hay punto de fuga, se crea un espacio teatral y angustioso en el que la balsa se adentra, con un movimiento, con pincelada suelta y contornos imprecisos. El retorno de los cuerpos recuerda a Miguel Ángel y Rubens, mientras que los gestos están relacionados con David.
Con este periodo se pone fin a la tradición francesa que se extiende hasta los primero años del siglo XIX, ya que se contradice ese concepción de la historia, puesto que no hay heroísmo, ni gloria, ni triunfo, solo desesperación, desastre y muerte.
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