Autor: Antonio Canova.
Fecha: 1787-1793.
Época: Neoclasicismo.
Localización: Museo del Louvre, París.
Canova representa el mito de Psique que Apuleyo narra en “el asno de oro”: Psique, hija del rey, era una joven bella, pero caprichosa e insociable, y Eros, quiere conquistarla, le regaló un palacio. Pero la joven se asustó una noche al ver al dios, se lanzó una vela y Eros la abandonó. Psique, que intentó quitarse la vida, no respetó la prohibición de abrir el cántaro que contenía el secreto de la belleza, que tenía que llevar a Venus de parte de Proserpina y al abrirlo cayó en un profundo sueño hasta que Eros la despertó besándola.
El autor se aparta de los modelos clásicos ofreciendo al mismo tiempo una visión humana e idealizada del amor pero la acción aun no fue terminada, manteniendo la tensión del momento y conteniendo la obra en una imagen universal del amor. Como buen conocedor del arte antiguo, los cuerpos de los enamorados son clásicos igual que sus rostros pero la composición es atrevida, pues los cuerpos se entrelazan con gran dulzura y fluidez, logrando así gran expresividad:
Psique está desnuda y recostada sobre su cadera derecha, se vuelve hacia atrás, donde está su amado que se aproxima a besarle y rodea su cuerpo con sus brazos, uno sujeta la cabeza de ella y otro lo tiene sobre el pecho, mientrad que Psique rodea con sus manos el cuello de Eros. Ambos se encuentran en el momento justo y tenso que procede el beso.
Los cuerpos están tratados de tal forma que componen un grupo de dos diagonales que a su vez forman una X: definida por las alas de Eros, su pierna derecha y el cuerpo de Psique, potenciando la proximidad y la sensación de movimiento. Encontramos el centro de la composición en el breve espacio que separa las bocas de ambos que están apunto de juntarse en un beso.
Canova demostró su profundo conocimiento acerca de las capacidades expresivas del cuerpo humano, especialmente con la colocación de los brazos que acentúan la pasión y el erotismo de la escena y enmarcan el centro de la escena. Destaca la serenidad contenida y sublimada así como el trabajo fino y minucioso del mármol, no hay defectos en los cuerpos de los jóvenes, que parecen tener piel real. No policromó la escultura porque las teorías consideraban que los escultores griegos no lo hacían.
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